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Circunnavegación

La primera vuelta marítima al mundo estuvo originada por motivos comerciales.

El principal objetivo era lograr una ruta más conveniente con Asia, en concreto con las Molucas. Curiosamente, fue un portugués quien encabezó esa expedición de Castilla en contra de los intereses de Portugal. Fernando de Magallanes, experto marino veterano de Africa, de la India y de Malasia, se encontró con un Carlos de Gante recién llegado de Flandes, y como el Emperador siempre fue fantasioso e imbuido por ideales caballerescos y aventureros, quedó impresionado con Magallanes.

Cinco naves.
La expedición constaba de cinco naves: la Trinidad (la capitana, de Magallanes), la San Antonio, capitaneada por Juan de Cartagena, la Concepción, dirigida por Juan de Quesada y donde como contramaestre iba un tal Juan Sebastián Elcano; la Victoria, cuyo capitán era Luis de Mendoza y la Santiago, al mando de Juan Rodríguez. Por tanto, pese al teórico mando supremo de Magallanes, el resto de jefes eran españoles.

Reclutamiento de la tripulación.
El reclutamiento fue dificultoso debido a lo misterioso del destino y del objetivo en concreto y al silencio del portugués. Finalmente, logró reunirse a la tripulación. Ésta constaba de unos 247 hombres de diversas nacionalidades y razas, no sólo castellanos y portugueses sino además italianos, griegos, alemanes, flamencos, franceses, moros y negros. Así pues fue toda una ONU en miniatura. Sólo una muy mínima parte de la expedición regresaría con vida.

Salida de Sanlúcar de Barrameda.
La "Armada de las Molucas", como oficialmente se denominó, partió el 20 de septiembre de 1.519 desde el puerto de Sanlúcar de Barrameda y tres años menos catorce días después regresaba comandada por Juan Sebastián Elcano a éste mismo puerto un 6 de septiembre de 1.522 con solo 18 marineros a bordo. Dice Antonio Pigafetta (también denominado Antonio Lombardo) y uno de los que completaron semejante hazaña: “Desde que abandonamos esta bahía hasta la jornada presente, habíamos recorrido más de 14.460 leguas, dando la vuelta completa al mundo, navegando siempre de levante a poniente".

1) "En Sanlúcar terminaron de cargar los barcos con todo lo necesario para pasar, al menos, dos años en la mar. Mientras, Magallanes iba acabando de gestionar la expedición... incluídas las últimas instrucciones a su tripulación. Antes de partir hacia las Molucas, Magallanes dejó claras las reglas: cómo tenían que comunicarse en medio del mar mediante señales de luces, cómo tenían que fondear... y cómo debían comportarse. No le sirvió de mucho porque sufriría más de un amotinamiento durante el viaje.

«…antes de partir, el jefe determinó que toda la tripulación se confesase, prohibiendo en absoluto que se embarcase mujer alguna en la escuadra…»

Un 20 de septiembre de 1519 las cinco naves desplegaron las velas de trinquete y, definitivamente, se hicieron a la mar con la tripulación al completo rumbo a tierras y mares desconocidos.

Nadie sabría jamás qué sentirían aquellos hombres que veían alejarse el horizonte de la costa gaditana sin saber si, alguna vez, volverían a verlo de nuevo.

ISLAS CANARIAS

La primera parte de la navegación es tranqula. Hacen escala en Tenerife para seguir proveyéndose de leña y agua.

«Detuvímonos ahí tres días en un sitio adecuado para procurarnos agua y leña.»

Pigafetta empieza ya a relatarnos la enorme variedad de especies que iba a ir encontrándose por el mundo. En Tenerife, observando un enorme drago, le vienen a la memoria las leyendas que contaban los romanos sobre un árbol, un ejemplar milagroso que destilaba agua en una isla donde nunca llovía. Es el garoé, un árbol que crece en El Hierro a mil metros de altitud y que es capaz de retener la niebla en sus hojas, que luego cae suministrando agua potable.

«Nos contaron de esta isla un fenómeno singular, que en ella jamás llueve, y que no hay ni fuente ni río, pero que crece un árbol grande cuyas hojas destilan continuamente, gotas de un agua excelente, que se recoge en una cavidad al pie del árbol…Una neblina espesa, que sin duda suministra el agua a las hojas, envuelve constantemente a este árbol.»

CRUZANDO EL ATLÁNTICO (octubre-diciembre de 1519)

El 3 de octubre la escuadra, que ya ha puesto rumbo al Sur, pasa por las islas de Cabo Verde y, a partir de ahí, Magallanes ordena virar y poner proa hacia Brasil.

«Cuando hubimos pasado la línea equinoccial, acercándonos al polo antártico, perdimos de vista la estrella polar. Dejamos el cabo entre el sur y el sudoeste, he hicimos rumbo a la tierra que se llama de Verzino (Brasil).»

A partir de ese momento el tiempo empeora. Se alternan días de calma con terribles temporales durante los cuales, según palabras de Pigafetta, navegan con los mástiles desnudos a merced del viento.

Son momentos muy duros. El mar ruge embravecido y los hombres necesitan aferrarse a la fe. Las tormentas eléctricas producen un curioso efecto, el fenómeno denominado “Fuego de San Telmo”. Dejados llevar por las alucinaciones, los hombres creen ver en medio de la terrible tormenta al mismo San Telmo coronando el palo mayor.

«Durante las horas de borrasca, vimos a menudo el Cuerpo Santo, es decir, San Telmo. En una noche muy oscura, se nos apareció como una bella antorcha en la punta del palo mayor, donde se detuvo durante dos horas, lo que nos servía de gran consuelo en medio de la tempestad»

El Océano parece un ser con vida propia decidido a no ponérselo fácil. Corre el mes de noviembre y la expedición apenas avanza.

Siguiendo las órdenes que le habían dado desde la Casa de la Contratación, Pigafetta va engrosando su crónica científica describiendo las curiosidades que va descubriendo durante la navegación: aves sin cola, otras sin patas, fecundaciones sobre el lomo del macho, peces con grandes hiladas de dientes llamados tiburones, aves que se alimentan de excrementos, peces que vuelan, etc.

«Hemos visto aves de diferentes especies: algunas parecía que no tenían cola; otras no hacen nidos, porque carecen de patas; pero la hembra pone e incuba sus huevos sobre el lomo del macho en medio del mar. Hay otras que llaman cágasela, que viven de los excrementos de las otras aves y yo mismo vi a menudo a una de ellas perseguir a otra in abandonarla jamás hasta que lanzase su estiércol, del que se apoderaba ávidamente. He visto también pescados que vuelan y otros reunidos en tan gran número que parecían formar un banco en el mar».

RÍO DE JANEIRO (diciembre de 1519)

Después de dos meses de difícil travesía por el Atlántico la flota alcanza Brasil, donde Magallanes no permitió que la tripulación bajara porque, según el Tratado de Tordesilla, era zona portuguesa.

Dos semanas más tarde y agotados por la intensidad del viaje, terminan pisando tierra. Llegan a la bahía de Guanabara (Río de Janeiro) temiendo tener problemas... pero encuentran unos indígenas muy amables y una naturaleza exhuberante y espléndida.

Allí, probaron por primera vez sabores nuevos como la piña, la patata, el maíz y la caña de azúcar, y conocieron loros, el palo rosa y la jacaranda.

«Aquí hicimos una abundante provisión de aves, de batatas, de una especie de fruta que se asemeja a la piña de pino, pero que es extremadamente dulce y de un sabor exquisito»

Soñando con encontrar nuevos paraísos, zarparon el 27 de diciembre.

RÍO DE LA PLATA (enero de 1520)

En los primeros días del año 1520 la costa comenzó a girar hacia el oeste. Magallanes lo tenía claro: por fin estaban entrando en el ansiado estrecho que comunicaría los dos continentes. Pero al comprobar que la costa volvía a girar al este tuvo un mal presentimiento: se había equivocado. Ese no era el paso. Tan sólo era un profundo golfo, el Río de la Plata... y no tenía salida al mar.

«...continuando en seguida nuestra derrota pegados a la costa hasta los 34° 40’ de latitud meridional, donde encontramos un gran río de agua dulce...»

Magallanes, optimista, pensó que no debía estar muy lejos y que sólo tenía que bajar un poco más al Sur para encontrar el tan deseado estrecho. Pero después de días y días explorando tuvo que aceptar una terrible humillación: no había interpretado bien los mapas. La tripulación empezaba a inquietarse... los planes se truncaban.

Allí conocerían la falsa pimienta, una semilla que hoy día se usa también como pimienta. Pero para Magallanes las especias eran sinónimo de Oriente y hacia ellas se dirigía... a pesar de tener una de ellas delante de sus ojos.

SAN JULIÁN (febrero-agosto de 1520)

Desde el momento en que la flota abandona el Río de la Plata el día 6 de febrero, comienza la verdadera aventura hacia lo desconocido. Era la primera vez que una nave europea se adentraba hacia el Sur desde allí.

Magallanes les hacía explorar cada discontinuidad, cada accidente geográfico que pudiera hacerles pensar en la entrada a un paso hacia el otro lado del continente. Pero ni rastro. El ánimo de los navegantes parece que empieza a ir disminuyendo. El clima, que cada vez se hacía más riguroso, tampoco ayuda en nada.

Pigafetta nos describe una costa poblada de leones marinos y de un animal que nunca había visto, una oca negra con pico de cuervo... que no es otra cosa que un pingüino.

«…Estas ocas son negras y tienen el cuerpo cubierto de plumitas, pero no pueden volar. Su pico es como el de un cuervo y viven del pescado».

Desde tierra, en la oscuridad de la noche, llegaban las luces de las hogueras que encendían los indígenas.

El día 31 de marzo, azotados por el frío de la Patagonia y por un camino que cada vez se hacía más tortuoso, Magallanes decide invernar en un golfo resguardado al que llaman Puerto de San Julián con la intención de permanecer seis meses.

Allí se produce una rebelión, uno de los hechos más dramáticos de toda la expedición. A excepción del capitán de la nao San Antonio, los otros tres capitanes se amotinaron contra Magallanes. Las condiciones eran extremas y pensaban que la expedición era un fracaso. Le exigían que reuniese a los capitanes para acordar si se debía seguir con la expedición o era mejor volverse. Resultado: el capitán de la Victoria termina apuñalado, el capitán de la San Antonio se rinde después de un pequeño combate naval y posteriormente lo hace el de la Concepción.

Como castigo ejemplar, los dos capitanes insurrectos fueron ni más ni menos que descuartizados y algunos participantes abandonados en una isla. De ellos no se volvería a saber nada. Paradójicamente, uno de los hombres que participó, pero que fue perdonado porque Magallanes no podía deshacerse de todos sus hombres, fue Juan Sebastián Elcano.

Durante aquella invernada, Pigafetta dará cuenta en su diario del encuentro de los na

vegantes con los indígenas a los que describe como hombres de una altura gigantesca. Son indios tehuelches, raza que hoy en día se encuentra extinguida. A uno de ellos lo llevaron consigo para darlo a conocer en España, aunque nunca llegó porque moriría en el trayecto. Lo llamaron patagones por el gran tamaño de sus pies. Desde entonces a esa zona se le llama Patagonia.

«Un día se nos presentó un hombre de estatura gigantesca…Era tan alto que con la cabeza apenas le llegábamos a la cintura…Al cabo de quince días cuatro de estos hombres se presentaron… El capitán diole espejos y cuentas de vidrio…les ofreció dos anillos de hierro que sirven de prisiones…les propuso ponérselos en las piernas a fin de que les fuera más fácil llevárselos…se encontraron encadenados.»

En el mes de mayo, Magallanes decide seguir explorando hacia el sur. Envía por delante a la nao Santiago, pero encalla por una tempestad. Sus hombres se resguardan en una isla mientras dos consiguen alcanzar el Puerto de San Julián para pedir socorro. A los tripulantes se les consiguió rescatar, pero la nave se quedó allí para siempre.

La flota, finalmente, zarpa el 24 de agosto del Puerto de San Julián con las cuatro naves que le quedaban, dejando atrás una dura etapa.

ESTRECHO DE MAGALLANES (octubre-noviembre de 1520)

A finales de octubre llegan a una amplia bahía llena de laberintos de canales que llaman Bahía de Todos los Santos. El capitán decide enviar a dos naves para que se adentraran a reconocer la zona.

Durante tres días no tienen noticia de las embarcaciones. Los hombres están al límite. No hay posibilidad de comunicación ni otra manera que no sea otear el horizonte para saber qué ha ocurrido con los hombres con los que están compartiendo aventura.

No es difícil imaginar la emoción, cuando en ese tercer día, un tronar de disparos de bombardas y gritos de alegría los sorprende, mientras ven llegar a las dos naos con los pabellones al viento. El sueño por el que están tan lejos de su tierra se está acercando. Han encontrado un paso.

Se trata de un paso estrecho que termina en una bahía que a su vez termina en otro paso estrecho y así sucesivamente. La expedición se divide para explorar los dos canales en los que se bifurcaba aquel laberinto. Aquello sí era por fin lo que estaban buscando: el paso entre los dos mares que desde entonces llevaría su nombre.

«Cuando nos refirieron que habían visto la continuación de la bahía, o mejor dicho del estrecho, unímonos a ellos para proseguir nuestra derrota.»

En este momento, el piloto de la San Antonio, Esteban Gómez, se enfrenta a Magallanes. Argumenta que deben volver a España para dar cuenta del descubrimiento del paso y que sean otras flotas las que vuelvan después a continuar la ruta. Ante la negativa, la San Antonio se vuelve sin dar cuenta a Magallanes a España en un viaje que duró seis meses. Durante mucho tiempo se les tuvo por los únicos supervivientes de la expedición. En su camino de vuelta, Esteban Gómez y sus hombres descubren Las Malvinas.

Magallanes sigue adelante adentrándose en el estrecho que en su tramo final resultó ser un lugar de una flora extraordinaria. De aquí son originarias las auracarias.

«A cada media legua se encuentra en él un puerto seguro, agua excelente, madera de cedro, sardinas y marisco en gran abundancia…en fin, creo que no hay en el mundo un estrecho mejor que éste».

También aquí pudieron ver en la noche las hogueras de los indígenas. Desde entonces se le llama a esta zona Tierra del Fuego.

ISLAS MARIANAS (marzo de 1521)

Después de tres meses de infierno sin avistar ni una sola isla, el 6 de marzo de 1521 los vigías al fin gritaron ¡Tierra! La expedición saltó de alegría. Encontraban una isla repleta de palmeras y bananeros... pero el recibimiento no fue tan recíproco. Los nativos subieron a las naves a robar todos los pertrechos que encontraron a su paso: cuerdas, vajillas, armas ¡y hasta una chalupa!, una barcaza considerada “propiedad real”.

«Estos pueblos no conocían ley alguna, siguiendo sólo su propia voluntad; no hay entre ellos ni rey ni jefe; no adoran nada; andan desnudos; algunos llevan una barba larga y cabellos negros atados sobre la frente y que les descienden hasta la cintura».

Debido a esa escaramuza, esa tierra fue bautizada por la tripulación como la Isla de los Ladrones, aunque en realidad se trata de Guam, una isla que forma parte del archipiélago de Las Marianas.

Una vez recuperado el bote, y tras un nuevo enfrentamiento, continúan el viaje. Esta vez sí han conseguido carne y fruta. Los hombres se encuentran algo más recuperados.

FILIPINAS (marzo-mayo de 1521)

Tras recorrer varias islas solitarias, llegan ante un grupo de unas mil situadas a muy poca distancia. Le llamaron Filipinas. Pigafetta describe la abundancia de cocoteros y el singular uso del aceite de su fruto, el coco, como crema de protección solar.

“Se parecen a las palmeras que dan los dátiles, aunque sus troncos, sin poseer tan gran número de nudos, no son tampoco bien lisos. Una familia de diez personas puede mantenerse de dos cocoteros”.

Enseguida se dieron cuenta, viendo el oro con el que se adornaban los indígenas, que habían descubierto una tierra de enorme riqueza.

En Cebú, un poblado de la isla de Mactan, Magallanes entabla una relación cordial con el rey Humabón. Realiza un trato con Magallanes: le ofrece planos y mapas de la rica región, pero le pide a cambio que le de su apoyo en el enfrentamiento que mantiene con el líder de una isla cercana, el cacique Silapulapu.

El 27 de abril de 1521, un grupo de hombres dirigidos por Magallanes se acercó a las costas donde gobernaba Silapulapu con intención de someterlos. Pero, sin saberlo, había caído en una emboscada. Cientos de nativos los esperan metidos en trincheras. Cuando pisaron tierra fueron atacados por nubes de flechas y jabalinas. Los españoles habían sido confiados. Tras una hora de lucha se produce un inesperado final: una flecha envenenada atraviesa la pierna de Magallanes, por donde no le cubría la coraza y muere.

Sus hombres ni siquiera tienen la posibilidad de recoger su cadáver, y tienen que alejarse llevándose para siempre en la retina la imagen de una horda de indígenas masacrando el cuerpo del capitán de la expedición. En Sevilla queda su testamento pidiendo ser enterrado en tierra sagrada. En aquella isla lejana queda su sueño de dar la vuelta al mundo.

«Encontramos a los isleños en número de mil quinientos, formados en tres batallones, que en el acto se lanzaron contra nosotros con un ruido horrible… Nos arrojaban nubes de lanzas de cañas, de estacas endurecidas al fuego y piedras… Esta lucha desigual duró cerca de una hora… Una flecha envenenada vino a atravesar una pierna al comandante quien inmediatamente ordenó que nos retirásemos... Un isleño logró al fin dar con el extremo de su lanza en la frente del capitán, quien, furioso, le atravesó con la suya, dejándosela en el cuerpo. Quiso entonces sacar su espada, pero le fue imposible a causa de que tenía el brazo derecho gravemente herido. Los indígenas, que lo notaron, se dirigieron todos hacia él, habiéndole uno de ellos acertado un tan gran sablazo en la pierna izquierda que cayó de bruces; en el mismo instante los isleños se abalanzaron sobre él. Así fue cómo pereció nuestro guía, nuestra lumbrera y nuestro sostén.»

Las desgracias que trajeron esta isla no acabaron en la muerte del capitán. Tras ella, Humabón supuso que era posible una venganza y que posiblemente los españoles estaban planeando traicionarle. Para evitarlo, puso en pie un plan con el que embaucó a los navegantes. El día 1 de mayo invitó a veintisiete oficiales a un banquete. Los expedicionarios acudieron sin saber que se trataba de una emboscada en la que el rey indígena los mató a todos.

La expedición está en un momento crítico. El desconcierto de los hombres debió de ser enorme. En apenas unos días, el número de hombres había sido diezmado, y habían perdido al capitán y a los oficiales. Hay que tomar una decisión y tiene que ser pronto. Están a merced de un rey sanguinario que ha asesinado a los hombres más preparados.

En ese momento no queda otra posibilidad que deshacerse de una de las naves, ya que no quedan hombres suficientes para manejar tres barcos. Deciden incendiar la Concepción para que no pueda ser utilizada por los habitantes de la isla y siguen el viaje en dos naos, una capitaneada por Gómez Espinosa (la Trinidad) y otra por Juan Sebastián Elcano (la Victoria).

Atras dejan Filipinas, una etapa amarga como la naranja amarga que allí descubrieron y que hoy puebla nuestras ciudades.

BORNEO (mayo-noviembre de 1521)

En las dos naos, al mando ahora de Espinoza y Elcano, navegaban desolados por el mar de China pirateando con los comerciantes de la zona, con la voluntad férrea de conseguir el objetivo por el que habían embarcado: poner rumbo a las Molucas.

«Estábamos tan hambrientos y tan mal aprovisionados que estuvimos muchas veces a punto de abandonar nuestras naves y establecernos en cualquier tierra, para terminar en ella nuestra existencia.»

Por aquellos mares verán constantemente un fruto que ya conocían, los plátanos, pero les llamó la atención la peculiar forma que en estas islas tenían.

«Plátanos de un codo de largo y tan gruesos como el brazo»

En julio la expedición arriba a Borneo, una isla selvática, llena de riquezas y con una gran diversidad de flora. Entre ellas, el jazmín real, asociado a ofrendas religiosas en muchas culturas y cuyo valor ritual en esta isla queda patente gracias a Pigafetta.

«...nos ofrecieron un vaso de madera lleno de betel y de arec, raíces que mascan continuamente, con flores de azahar y jazmín, todo cubierto con una tela de seda amarilla.»

Es difícil imaginar lo que supuso para aquellos hombres ver por primera vez elefantes, rinoceronte, el dragón de Komodo... o el insecto hoja que Pigafetta creyó que era una hoja que tenía vida propia.

«Lo que he encontrado de más extraordinario son árboles cuyas hojas caídas tienen cierta vida. Estas hojas se parecen a las del moral, salvo que son menos largas; su pecíolo es corto y puntiagudo, y cerca de él, de uno y otro lado, dos pies: si se les toca se escapan, pero no echan sangre cuando se las revienta. Metí una de ellas en una caja y cuando abrí ésta después de nueve días, la hoja se paseaba por todo el interior: pienso que se mantienen del aire.»

Los jefes españoles fueron invitados a banquetes donde la comida se servía en porcelana fina y cubiertos de oro.

La mañana del 29 de julio, los españoles, vieron venir a algunos hombres de Borneo armados. Después de la fatal experiencia que vivieron en Filipinas, temieron que iban a ser atacados y se enfrentaron a ellos. Pero se equivocaron... venían de una misión de guerra y no tenían ninguna intención de atacarles. Tras la metedura de pata, Elcano decide abandonar aquellas tierras y seguir vagando por las islas que encontraban a su paso.

ISLAS MOLUCAS (noviembre-diciembre de 1521)

El 8 de noviembre de 1521, tras más de dos años navegando, los navegantes se acercan a la isla de Tidore... ¡una de las islas Molucas!

Es difícil ponerse en la piel de aquellos hombres. Habían pasado por unas circunstancias tan duras, que es emocionante pensar en los sentimientos que inundarían a cada uno de ellos al comprender que habían conseguido el fin de su viaje: llegar al único sitio del mundo donde el árbol del clavo produce la exquisita especia tan deseada para los europeos y que se vendía a precio de oro.

Seguramente, no podían dejar de pensar en las riquezas que tenían al alcance de la mano, en el giro que aquello daba a sus vidas. Pero es muy probable que a medida que se acercaban a la costa tuvieran un pensamiento, un recuerdo o incluso una oración para todos aquellos que quedaron en el camino.

«El miércoles 6 de noviembre, habiendo pasado estas islas, reconocimos otras cuatro bastante altas, a catorce leguas hacia el este. El piloto que habíamos tomado en Saranghani nos dijo que ésas eran las islas Molucas.»

La Molucas son unas treinta islas pequeñas, de carácter volcánico con montañas cónicas (piramidales dice Pigafetta) de gran belleza. Actualmente forman parte de Indonesia.

En Tidore el recibimiento es muy grato. Esta isla, al igual que el resto, es también de origen volcánico, con un suelo poroso que no permite los cultivos. Pero, curiosamente, parece que la bruma perenne de la que hablaba el cronista es el ambiente ideal para que crezca el clavo.

El sultán Almansur los atendió con pompa y boato, en una canoa dorada y bajo una sombrilla de seda. Con él establecen un intercambio comercial: los españoles ofrecen la mercadería que traían a bordo, como espejos, telas, cuchillos, tijeras…todo a cambio de clavo y nuez moscada.

Una etapa del viaje ideal que habrían prolongado muy gustosamente... pero los dos capitanes sabían que no podían estar mucho tiempo. Los portugueses destacarían pronto alguna nave en cuanto supieran de su presencia. Estaban comerciando en la zona que, según el Tratado de Tordesillas, correspon día a Portugal. Con los barcos repletos de riquezas, el 8 de diciembre se hacen a la mar. Nada más zarpar, el galeón Trinidad, probablemente víctima del largo viaje y cargado de una manera desmesurada, tiene que dar la vuelta porque una vía de agua amenaza con hunirlo. Se toma entonces una inesperada decisión: la Trinidad debe permanecer allí hasta que sea reparada. Zarparía tres meses después con el rumbo hacia el este, es decir, por donde mismo habían venido.

«Despidiéronse entonces las naves una de otra por una descarga recíproca de artillería. Nues tros compañeros nos siguieron en sus chalupas hasta donde les fue posible, y todos nos separa mos llorando. Juan Carvallo se quedó en Tadore con cincuenta y tres europeos: nuestra tripulación se componía de cuarenta y siete de éstos y de trece indios.»

La Victoria, al mando de Juan Sebastián Elcano, se queda sola en la ruta de regreso hacia el oeste cargada de clavo de olor, jengibre, nuez moscada…Era tal el botín que según los cálculos de la época sirvió para amortizar los gastos que había costado la expedición.

TIMOR (enero-febrero de 1522)

A Timor arribaron antes de empezar la gran travesía a través del Océano Índico para esperar que los vientos les ayudaran a navegar. Es una isla grande, de trescientos kilómetro de longitud, montañosa y volcánica y de gran riqueza de animales y plantas que, acertadamente, aprovecharon para abastecerse. Permanecen en ella hasta el 8 de febrero de 1522.

«Sólo en esta isla se encuentra el sándalo blanco, y hay también en ella, como decíamos, búfalos, cerdos y cabras, gallinas y loros de diferentes colores. Se dan igualmente el arroz, plátanos, jengibre, la caña de azúcar, naranjas, limones, almendras, frijoles y cera.»

Si cuando Elcano y sus hombres zarparon hubieran sabido que les esperaba cinco meses sin poder pisar tierra y aprovisionarse, no habrían salido de allí. Les esperaba la etapa más dura del viaje.

OCÉANO ÍNDICO (febrero-marzo de 1522)

«El martes 11 de febrero, en la noche, abandonamos la isla de Timor y entramos en el gran mar, llamado Laut-Chidot.»

El Índico es el océano más desolado y con menos islas de los tres grandes océanos del mundo. Elcano descubrió el Índico sur y una soledad que se hacía in“finita. Se vuelve a desatar el escorbuto. Regresa el hambre. Un barco cargado de condimentos sufi“cientes para aromatizar cientos de banquetes no sirve para dar de comer a esos hombres que vuelven a sufrir la peor de las suertes. Cada día se arrojaba al mar un cadáver. El 18 de marzo alguien gritó ¡Tierra! Pronto comprobaron que era una isla solitaria con tantos acantilados que a los navegantes les fue imposible tomarla.

«...perdiendo en este intervalo veintiún hombres, entre cristianos e indios. Al arrojarlos al mar, notamos una cosa curiosa, y fue que los cadáveres de los cristianos quedaban siempre con el rostro vuelto hacia el cielo, y los de los indios con la cara sumergida en el mar. Carecíamos totalmente de víveres, y si el cielo no nos hubiese acordado un tiempo favorable, habríamos todos muerto de hambre.»

EL CABO DE BUENA ESPERANZA (marzo de 1522)

En el Cabo de Buena Esperanza, donde las masas de agua del Atlántico y del Índico luchan como en ninguna otra parte del mundo, la nao Victoria se vio lanzada contra las olas, subida de pronto a la cresta o cabeceando hacia el abismo. Algo que era difícilmente soportable para aquella nave que llevaba sobre ella una singladura terrible, una navegación de dos años y medio por tres océanos diferentes.

«... Es el más grande y más peligroso cabo conocido de la tierra. Algunos de los nuestros, y sobre todo los enfermos, habrían querido desembarcar en Mozambique, donde hay un establecimiento portugués, a causa de las vías de agua que tenía la nave y del frío penetrante que sentíamos; pero, especialmente, porque teníamos por único alimento y bebida arroz y agua, pues toda la carne que, por falta de sal, no pudimos preparar, estaba podrida. Sin embargo, hallándose la mayor parte de la tripulación inclinada más al honor que a la vida misma, determinamos hacer cuantos esfuerzos nos fuera posible para regresar a España, por más que tuviéramos aún que correr algunos peligros.»

Su paso costó muchas bajas humanas y el mastelero roto. Fue el suceso más dramático que vivieron los navegantes desde su salida de la isla de Timor.

«Con ayuda de Dios, el 6 de mayo doblamos este terrible cabo.»

CABO VERDE (julio de 1522)

El miércoles 9 de julio la Victoria llega a la isla de Cabo Verde. Ha sido un recorrido difícil desde que doblaron el Cabo. Cinco meses de navegación sin hacer escala en tierra, con muchas bajas humanas y supervivientes terriblemente agotados y hambrientos. La nave, herida de muerte, hacía agua. Los hombres saben que es una isla portuguesa, pero la desesperación, la falta de provisiones y el mal estado de la nave producido al doblar el Cabo les obliga a fondear.

Fue en Cabo Verde cuando se darán cuenta, atónitos, de que viajando alrededor del mundo han perdido un día. El calendario de la nave están en el día miércoles, mientras que en Cabo Verde ya es jueves. ¿Dónde nos hemos dejado un día?, pensarán los navegantes.

«Para ver si nuestros diarios habían sido llevados con exactitud, hicimos preguntar en tierra que qué día de la semana era. Se nos respondió que era jueves, lo que nos sorprendió, porque según nuestros diarios sólo estábamos a miércoles, y a mí, sobre todo, porque habiendo estado bien de salud para llevar mi diario, marcaba sin interrupción los días de la semana y los del mes. Después supimos que no existía error en nuestro cálculo, porque navegando siempre hacia el oeste, siguiendo el curso del sol y habiendo regresado al mismo punto, debíamos ganar veinticuatro horas sobre los que permanecían en el mismo sitio.»

Como no querían tener problemas con los portugueses, ya que en parte de su viaje habían recalado y recogido especias de territorio perteneciente a la corona portuguesa, Elcano idea una estrategia: cuenta a los habitantes de Cabo Verde que pertenecen a una flota que viene de América y, prudentemente, sólo fondea frente a la costa sin entrar en puerto.

«Les hablamos de manera de hacerles creer que veníamos de las costas de América y no del Cabo de Buena Esperanza.»

Desde allí envía a varios hombres a surtirse de provisiones. Pero parece ser que alguno de ellos contó que pertenecían a la escuadra de Magallanes.

«...uno de los marineros reveló nuestro secreto, diciendo que el comandante en jefe era muerto y que nuestra nave era la única de la escuadra de Magallanes que regresaba a Europa.»

Inmediatamente Elcano desplegó velas, poniendo esta vez ya rumbo a casa.

LLEGADA a SANLÚCAR (6 de septiembre de 1522)

«El sábado 6 de septiembre entramos en la bahía de San Lúcar y de los sesenta hombres que formaban la tripulación cuando partimos de las islas Molucas, no éramos más que dieciocho, y éstos en su mayor parte estaban enfermos. Otros desertaron en la isla de Timor; otros fueron condenados a muerte por delitos, y otros, en fin, perecieron de hambre.»

El valor de las especias que trajeron fue tal que sirvió para pagar los gastos de la expedición sufragados por el Rey e, incluso, generar beneficios. Un enorme negocio que ellos conocían, y que explica los tremendos esfuerzos y peligros que tuvieron a soportar estos dieciocho supervivientes. Entre ellos, Antonio Pigafetta, al que le debemos toda la información de la mayor gesta marítima de la Historia."

1) Jimenez Melero, Mili. El viaje de circunnavegación de Magallanes. Guía didáctica. IAPH. http://www.iaph.es/web/canales/didactica

Introdúcete en esta apasionante aventura de la circunnavegación de la tierra con esta infografía a 360 grados. Pulsa en el ancla central de la imagen.

 

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